Torneo de Abuelos Bonaerenses
año 2006

Hojas cayeron de tantos almanaques,
que sin querer; he perdido la cuenta.
Acusan años con razón mis achaques,
y con el tiempo: los olvidos aumentan.
No sé quién es, aquel que me saluda,
y amablemente mi nombre deletrea.
No le pregunto, me quedo con la duda,
finjo saberlo, y espero que me crea.
Olvidé nombres que un día pronunciara,
mi boca con afecto, o con rencor.
Y fechas, y lugares que habitara,
ahogada en llanto, o embriagada de amor.
A veces sufro y mi mente reniega,
no sé de quién es la fotografía;
que está colgada sobre esa chimenea,
con su sonrisa idéntica a la mía.
Unos niños a menudo me visitan,
me traen regalos y me llaman abuela.
Los desconozco y mis sienes palpitan,
mientras mi alma, de dolor se congela.
Tal vez un día retorne hasta mi mente,
la historia que he forjado en tantos años
y pueda recordar en el presente,
todas las cosas que he vivido antaño.
O quizás es mejor que el dulce olvido,
se haya llevado en su urdimbre mi pasado.
Y que no pueda saber lo que he querido;
ni logre recordar cuánto he llorado.
Y estoy aquí, transcurriendo las horas,
sentada con las manos en mi falda.
Sin hacer caso a mis ojos que lloran,
o a ese dolor, que ha encorvado mi espalda.
Pero a veces una tenue lucecita,
se abre camino entre esas tristes sombras
y surge alegre tu sonrisa chiquita,
y oigo tu voz, que con amor me nombra.
En ese instante pequeño pero intenso,
brillan mis ojos y sonríe mi boca.
Y el que me mira y no sabe lo que pienso,
debe decir: ¡esa vieja está loca!
¡Ah!, la memoria se me fue con la vida,
llevándose con ella entre sus redes,
mi juventud, que ahora está perdida;
entre la bruma gris, de estas paredes.
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1 comentario:
Hola, querida Marga. Cuando puedas, pasá por mi blog. Hay algo para vos.
Besos!
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